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TRABAJAR PARA PAMI IMPLICA UNA GRAN RESPONSABILIDAD SOCIAL



Carina Marcetti vive en el barrio conocido como "Pichincha" en la ciudad de Rosario. Los días martes, miércoles y viernes se traslada a la cercana localidad de Granadero Baigorria porque es parte del cuerpo médico del centro de jubilados y jubiladas José Ramírez, un edificio amplio, de dos pisos, que cuenta con un parque recreativo. En esa institución realiza atención primaria en salud y atiende a personas mayores que transitan enfermedades metabólicas como obesidad, diabetes tipo 2 o hipertensión.

En esta entrevista Marcetti reflexiona sobre cómo la pandemia modificó el vínculo entre las y los profesionales y las personas adultas mayores, y elogia el plan de medicamentos gratuitos porque destaca que, antes de su implementación, "muchos de mis pacientes elegían entre comer o medicarse".

¿Cómo se modificó tu rutina laboral y la relación con los pacientes durante la pandemia?

El centro de jubilados nunca cerró sus puertas. Claro, las personas socias no concurrían porque son pacientes de riesgo. Al principio fue medio complicado, solo atendíamos urgencias de forma presencial. Entonces, básicamente, lo que hice fue dar mi teléfono para no perder el vínculo con mis pacientes. En ese sentido, la UGL de Rosario, para la cual trabajo, me ayudaba a recibir consultas a través del servicio PAMI Escucha.

Para el envío de recetas utilizaba el whatsapp. Las recetas antes había que imprimirlas, pero ahora, por suerte, está la Receta Electrónica y el pedido se hace directo a las farmacias, lo que facilita mucho las cosas porque permite que el paciente no tenga que movilizarse al consultorio para pedir la receta.

Es decir, que no pusiste en pausa la atención...

La verdad no he tenido inconvenientes durante la pandemia para tener una comunicación con las personas afiliadas; quien requirió, incluso, la atención de un especialista médico la pudo tener, nunca se puso en pausa la posibilidad de realizar controles, ya sea de oncología o infectología. En pandemia estricta hubo pacientes a los que se operó de un tumor de riñón; por otro lado, los sanatorios de Rosario siguieron atendiendo, por supuesto con los protocolos correspondientes.

Con la población adulta mayor vacunada contra la COVID, ¿cómo sigue la atención?

Ahora, damos turnos con un intervalo de treinta minutos para evitar que se aglomere gente en el consultorio. A la sala de espera solo ingresan quienes cuentan con un turno previo. Pero, básicamente, mi vínculo con los pacientes se mantiene activo con el teléfono. Hoy en día la mayor parte de las atenciones las realizo vía telefónica. Solo cuando hay cuestión gravitante por resolver cito al paciente al consultorio.

¿Cómo definirías el perfil de tus pacientes?

Es muy variado, aunque mayormente se trata de personas recientemente jubiladas, de 60 a 65 años de edad. También tengo muchas familias, como por ejemplo una mujer que ha quedado viuda con sus hijos y entonces tengo muchos menores como pacientes. También tengo personas muy mayores, algunos en situación de precariedad económica; eso lo remarco porque una como médica termina conociendo la situación personal de vida de cada paciente.

¿Qué implica trabajar para una obra social como PAMI?

Implica un compromiso enorme. Yo tengo 520 pacientes a cargo, es una cápita importante. Es mucha responsabilidad, cada paciente es un mundo porque el paciente de PAMI, lo que tiene, es que se involucra mucho con el médico de cabecera, te toma de referente. Y lo digo así porque de esa manera te lo hacen saber. Te cuentan cosas en el consultorio que capaz ni su familiar más cercano sabe. Entonces, con muchos de mis pacientes se generó un vínculo muy familiar, por el hecho de que muchos de ellos son muy vulnerables, se encuentran muy solos y necesitan de tu atención. Y eso te da más ganas de ayudar. Cada paciente tiene diversas patologías, y en cada patología hay una historia familiar que a veces puede resultar dura.

¿El sedentarismo vinculado a la pandemia modificó los hábitos alimentarios de tus pacientes?

La pandemia no solo cambió la rutina alimentaria de los pacientes: modificó los horarios de su rutina; muchos comenzaron, por ejemplo, a acostarse más tarde. Los pacientes perdieron su rutina diaria de caminar.

Yo siempre recomiendo que hagan una dieta variada, que coman todos los tipos de carne, frutas y verduras, y que las frutas y verduras sean de estación, sobre todo para aliviar la cuestión económica. Lo importante en nutrición es inculcar ciertos hábitos, hay personas que no saben de verduras; también hay que derribar ciertos mitos alimentarios: por ejemplo, muchas personas mayores no consumen cerdo porque lo asocian a un tipo de carne grasosa y con colesterol, cuando hay variantes magras. También aconsejo suplantar la harina de trigo con harina de avena o les aconsejo comprar ciertos productos en la dietética.

Y, por supuesto, recomiendo que hagan alguna actividad física. Si la persona no cuenta con dinero para pagar una clase de pilates o de yoga puede salir a caminar o andar en bicicleta, siempre de acuerdo a sus patologías de base y medios económicos.

¿Cuál fue el impacto del plan de Medicamentos Gratuitos en tus pacientes?

Les facilitó la vida; tuve pacientes que habían abandonado el tratamiento porque se les había retirado la cobertura del cien por ciento del medicamento que necesitaba; muchos debían elegir o comer o comprar cierto medicamento. Ahora contamos con una cobertura totalmente gratuita para medicamentos necesarios para tratar la hipertensión, el colesterol, y eso permite una mayor adherencia. Lo importante es que los medicamentos típicos de la tercera edad hoy son gratuitos. Hoy muchos de mis pacientes no gastan un peso en medicamentos.




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